Retórica y ficción narrativa de la Ilustración a los romanticismos

Allegoria. Crítica español

Encyclopedia Metódica dispuesta por orden de materias. Diccionario de Gramática y Literatura. Traducido del francés al castellano; ilustrado y aumentado por el R. P. Luis Mínguez de S. Fernando, del Orden de Escuelas Pías. Tomo  primero. Madrid: por Don Antonio de Sancha: Librería de la Aduana vieja, 1788.

Alegoría

 [p. 233] Tres cosas hay que considerar sobre la alegoría: 1ª en qué consiste esta; 2ª qual es la justa correspondencia que tiene en el sistema general de la gramática; 3ª qual es su origen y quales son sus usos. I. ¿En qué consiste la alegoría? Alegoría es un discurso que desde luego presenta un sentido literal distinto de aquel que se intenta dar a entender, pero en él se descubre fácilmente la intención por el socorro de las ideas accesorias y circunstancias. Esta primera noción conforme a la verdad está muy bien caracterizada por el mismo nombre: porque alegoría viene de alle (otro, diferente) y de ágora (discurso) y a la letra, discurso que da a entender otra cosa. Esta figura consiste en subsistir al verdadero objeto de que se quiere hablar, otra diferente pero que tiene con él mucha semejanza, y en arreglar después todas las expresiones del discurso con relación a este objeto o cosa fingida, como si no se tratasse del objeto principal, que él representa en virtud de una tácita semejanza.

[p. 237-238] Los orientales hacen un grande uso de la alegoría. II. ¿Qual es la justa correspondencia de la alegoría en el sistema general de la gramática? Parece tan natural colocar la alegoría en la misma cathegoria que la metáfora, que no es de extrañar que por lo común sea mirada como un tropo. Sin embargo Quintiliano, aunque es de este dictamen, tuvo algún conocimiento de un principio que debió, si yo no me engaño, haberle conducido a otra conclusión. Pues distingue (Inst. Orat. 9 c.3) dos especies de ironía: la una tropo que solo consiste en una o dos palabras, y la otra figura de pensamiento o de estilo, que reyna de un cabo a otro del discurso: y este sabio rhetorico pone a las dos ironías la misma diferencia que entre la alegoría y la metaphora, ut quemadmodum allegorian facit continua metaphora, sic hoc schema faciat troporum ille contextus. Ya he notado en otra parte 1º que se engañó Quintiliano considerando como tropo a aquella ironía que consiste en una o dos palabras, porque quando más es una verdadera figura de pensamiento; 2º aun suponiendo que no sea reprehensible la distinción que hace este rhetorico no ha ido consiguiente; pues no puso las dos especies de ironía en la clase de los tropos, como colocó en ella la alegoría y metaphora, ni tampoco hizo de la alegoría de la que dice que no es más que una metaphora continuada, una figura de pensamiento, como la hizo de la ironía continuada. Yo por mi parte no adopto el principio de Quintiliano acerca de la ironía y así no estoy obligado a admitir las consequencias que de él saca [p.238]. Pero las mismas razones que me han hecho considerar toda ironía como figura de pensamiento me obligaron a juzgar del mismo modo de la alegoría. En una alegoría hay tal vez una primera metaphora o al menos alguna cosa que se da la mano con ella, puesto que tácitamente se compara el objeto de que se quiere hablar con aquel otro del que efectivamente se habla; pero todo se refiere después al objeto fingido en el sentido más propio y natural.

[p. 239] Vuelvo a repetir que la figura está en el pensamiento, que lo que tiene de común con la metaphora es el estar fundada en la relación o respeto de semejanza, por cuya razón yo la considero como una figura de pensamiento por combinación, pero que habla directamente del objeto accesorio, y con términos trasladados del lenguaje propio del objeto accesorio. (…) Porque debemos distinguir la metaphora simple, que solamente consiste en una o dos palabras, y la metaphora  seguida o continuada que ocupa en el discurso mayor extensión. Ambas son un mismo tropo, pero ni una ni otra hacen que desaparezca el objeto principal de que se habla; y solamente introducen en el lenguaje que les es propio términos y expresiones tomadas del lenguaje que conviene a qualquier otro objeto. Pero la alegoría es cosa muy distinta; pues aunque los objetos son en ella diferentes, como en la metaphora, no obstante en aquella se habla el lenguaje propio del objeto accesorio que solamente se presenta y el objeto principal que está al lado del accesorio en la metaphora, desaparece enteramente en la alegoría. La alegoría, dicen los maestros del arte, es una gasa sutil que encubre el objeto de que se habla sin quitarlo enteramente de los ojos; es un cristal transparente, por cuyo medio se percibe con facilidad la cosa de que se trata: es un disfraz, cuyo primor y elegancia deja aun con todo distinguir la estatura, el modo de andar, la postura, el ayre, las gracias, y aun el acertar con la persona. En este caso se debe decir que la metaphora, aun la que está bien seguida, es un vistoso aparato que hermosea el objeto, sin ocultar cosa alguna de él; y un adorno prestado, que aunque tal vez lo disfraza, pero no lo oculta. El P. Bouhours parece que puso la misma distinción entre la alegoría y la metaphora continuada: “No hay cosa más agradable”, dice (Manière de bien penser, Dial. 3) que una metaphora bien seguida o una alegoría dispuesta según regla; pero tampoco hay tal vez cosa alguna que dé menos gusto que las metaphoras muy continuadas o las alegorías demasiado extensas”. Yo observaré de paso sobre las dos últimas palabras que esta máxima o principio puede ser verdadero en las metaphoras muy continuadas, porque como algunas veces muestran a un mismo tiempo dos objetos, pueden, por razón de ser largas, fatigar la atención y por el mismo motivo desagradar: pero la alegoría como no demuestra más que el objeto accesorio, no está expuesta al mismo inconveniente ni jamás desagradará, precisamente por ser demasiado larga. (…) III. ¿Qual es el origen y quales los usos de la alegoría? La alegoría tuvo la misma cuna y principios que el lenguaje primitivo. (…)

[p. 240] En efecto, toda la Antigüedad estaba persuadida de que las fábulas no eran otra cosa más que alegorías, baxo cuyo velo se encubrían verdades importantísimas. (…)

[p. 243] Alegoría Buenas-Letras. Me parece que en el artículo antecedente no se ha hecho bastante distinción entre la alegoría y el apólogo o fábula moral. (…)

[p. 244] Diciéndonos Quintiliano que la alegoría encierra un sentido oculto, añade que este sentido es algunas veces enteramente contrario a aquel que a primera vista presenta; pero no da ningún exemplo de esta contrariedad, ni creo tampoco que lo haya. La alegoría, ya por su semejanza y ya por la justa correspondencia que tiene con lo que quiere denotar, debe dexar siempre que se trasluzca la verdad que encierra. Y su objeto es defectuoso, si el entendimiento se engaña en él o si satisfecho con percibir, para decirlo así, la corteza de la verdad oculta, no desea ya otra cosa ni llega al meollo. (…) En donde con particularidad emplean los poetas la alegoría es en los presagios, en los sueños y en el lenguaje profético. (…) El arte de la alegoría consiste en pintar viva y correctamente la cosa que se personaliza, según la idea o concepto que tenemos de ella. (…)

[p. 246] Alegoría. Figura de retórica por la qual usamos de algunas palabras que, tomadas a la letra, denotan cosa muy distinta de la que queremos que signifiquen. La alegoría, hablando con toda propiedad, no es más que una metaphora continuada que sirve de comparación para dar la inteligencia de un sentido que no se expresa, pero que se tiene a la vista. La metaphora une la palabra figurada a la palabra propia. (…) Pero en la alegoría todas las palabras tienen sentido figurado, aunque por otra parte todas ellas tienen un sentido literal, que no es el que se intenta dar a entender

[p. 248] Las alegorías son una especie de tácitas comparaciones. (…) Alegoría, ficción, fábula. Syn. De lo dicho hasta aquí se deduce que hay dos suertes de alegorías: una que puede llamarse moral y otra oratoria. La primera oculta una verdad o máxima, como son los apólogos y es como un cuerpo de que está revestida el alma. La otra es como una máscara, que cubre al cuerpo, porque no la empleamos para que encubra alguna máxima sino solamente aquella cosa que no queremos mostrar sino a medias, y como entre una gasa. Sírvanse de esta los oradores y los poetas quando quieren alabar o vituperar con delicadez y finura. Para lo qual mudan los nombres de las cosas, los lugares, las personas y dexan al lector inteligente que quite el velo y que se instruya por él mismo. Las alegorías de Rousseau están en este género. También se atribuyen a M. de Voltaire otras muchas en prosa, en las quales baxo los nombres de chinos o japonés se esfuerza el autor en ridiculizar con la mayor insolencia y descaro los sagrados misterios de nuestra santa religión. La primera especie de alegoría puede usarse en la epopeya, bien que es poco verosímil y poco conforme a la naturaleza del entendimiento humano. La segunda especie entre con mucha gracia en un poema, pero no es la esencia de este y solo sie es un mérito que pertenece más bien al artífice que a la obra y que se reconoce mejor por la historia que por el poema mismo.