RICHTER, Jean Paul. Vorschule der Ästhetik. 1804. Nach der Ausgabe von Norbert Miller; Herausgegeben textkritisch durchgesehen und eigeleitet von Wolfhart Henckmann. Hamburg: Meiner Verlag, 1990. Impreso.
Richter, Jean Paul. Introducción a la estética. 1804. Ed. de P. Aullón de Haro (con la colaboración de F. Sierra) sobre la versión de J. de Vargas. Madrid: Verbum, 1991. Impreso.
[p. 132-133] Wie die ernste Romantik, so ist auch die komische – im Gegensatz der klassischen Objektivität – die Regentin der Subjektivität. Denn wenn das Komische im verwechselnden Kontraste der subjektiven und objektiven Maxime besteht; so kann ich, da nach dem Obigen die objektive eine verlangte Unendlichkeit sein soll, diese nicht außer mir gedenken und setzen, sondern nur in mir, wo ich ihr die subjektive unterlege. Folglich setz’ ich mich selber in diesen Zwiespalt – aber nicht etwa an eine fremde Stelle, wie bei der Komödie geschieht – und zerteile mein Ich in den endlichen und unendlichen Faktor und lasse aus jenem diesen kommen. Da lacht der Mensch, denn er sagt: »Unmöglich! Es ist viel zu toll!« Gewiß! Daher spielt bei jedem Humoristen das Ich die erste Rolle; wo er kann, zieht er sogar seine persönlichen Verhältnisse auf sein komisches Theater, wiewohl nur, um sie poetisch zu vernichten.
[p. 101] Del mismo modo que lo serio romántico, lo romántico cómico es, como en oposición con la objetividad clásica, el rey de la objetividad. Porque, consistiendo lo cómico en la destrucción del contraste que existe entre los dos principios, el subjetivo y el objetivo, y según hemos dicho, debiendo ser el principio objetivo un infinito del que deseamos apoderarnos, no puedo imaginar ni poner este principio fuera de mí, sino que lo coloco en mí mismo, donde lo sustituyo con el principio subjetivo. Me pongo, por consiguiente, a mí mismo en esta oposición, sin colocarme por ello en sitio extraño, como sucede con la comedia; divido mi yo en dos factores, el finito y el infinito, y hago emanar éste del primero. El hombre ríe entonces porque dice: «¡Esto es imposible!», «¡Esto es absurdo!» ¡Sin duda!, y por eso en el humorista el yo desempeña el papel principal, y allí donde esto es posible lleva su teatro cómico sus relaciones personales, pero tan sólo para aniquilarlas poéticamente.