Retórica y ficción narrativa de la Ilustración a los romanticismos

Antonomasia. Crítica literaria español

ARPA Y LÓPEZ, S. Compendio de retórica y poética ó Literatura preceptiva adaptada a la índole y extensión de esta asignatura en la segunda enseñanza. Cádiz: Imprenta y Litografía de la Revista Médica, 1878.

Arpa y López. 1878

[p. 107] Entre el sentido propio y figurado de una palabra existe siempre, o una relación de comprensión, o una de succesividad o tiempo, o una de analogía o semejanza: la primera relación constituyo el tropo llamado sinécdoque; la segunda el llamado metonimia, y la tercera el llamado metáfora. Son, pues, la sinécdoque, metonimia y metáfora, las únicas, clases do tropos que existen, y a ellas pueden referirse los señalados por los retóricos, con los nombres de tropos de sentencia, tales como la Metalepsis, Antonomasia, Alegoría, &c, &c .


Encyclopedia Metódica dispuesta por orden de materias. Diccionario de Gramática y Literatura. Traducido del francés al castellano; ilustrado y aumentado por el R. P. Luis Mínguez de S. Fernando, del Orden de Escuelas Pías. Tomo  primero. Madrid: por Don Antonio de Sancha: Librería de la Aduana vieja, 1788.

[p. 412] s.f. Antes de fixar la clase a que debe referirse esta figura, principalmente examinando en qué consiste y para qué fin se usa. La palabra antonomasia se compone de anti (que significa por y denota un trueque) y del verbo onomadso (yo nombro) derivado de la palabra onoma (nombre; con el nombre antonomasia significa en latín pronominatio, cambio o trueque de una denominación por otra. En efecto, la antonomasia es una figura que emplea una denominación común o apelativa en lugar de un nombre propio en vez de una denominación común o apelativa; lo qual puede hacer distinguir a la antonomasia en dos especies. Por la antonomasia de la primera especie decían los griegos y latinos orador para denominar los unos a Demosthenes y los otros a Cicerón. (…) Por la antonomasia de la segunda especie a un licencioso y regalón se le da el nombre de Sardanápalo, último rey de los assyrios, el qual, según la opinión común, vivía en una extrema molicie.

[p. 413] Si la antonomasia de la primer especie se hace por la simple substitución de un nombre apelativo en lugar de un nombre propio, entonces se da a entender que la persona o la cosa denotada por esta figura excede con mucho a las otras que tienen parte en la misma denominación: si se hace la antonomasia señalando con individualidad una obra, una acción o un hecho qualquiera que sea, por ella se pretende sacar de entre la multitud aquella persona o cosa de que se trata y darle por carácter distintivo el que ella pone en lugar del nombre propio. En uno y otro caso podría decirse que la antonomasia es distintiva. (…) La antonomasia de la segunda especie se propone denotar el carácter y propiedad de la persona o de la cosa de que se trata, por comparación con aquella otra cuyo nombre propio se le da; y en este caso se podría decir que la antonomasia es comparativa.

[p. 414] No dexan de encontrarse muchas antonomasias viciosas, aun en los mejores escritores, los quales parece que se creían bastante autorizados por la necesidad de variar la dicción, baxo de qualquier forma que aparezcan en el discurso, como si para variar la dicción de modo razonable no fuesse igualmente preciso no solo variar las ideas, sino colocarlas también y unirlas de un modo conveniente


CAPMANY Y MONTPALAU, Antonio de. Filosofía de la eloquencia. Madrid: Antonio de Sancha, Madrid, 1777.

Capmany y Montpalau. 1777

 [p. 140-142] La antonomasia es una especie de synecdoche, por la cual ponemos un nombre común en lugar de un nombre propio, o al contrario. En el primer caso queremos dar á entender, que la persona, ó cosa de que hablamos es la mas excelente sobre quantas comprehende el nombre común; y en el segundo queremos significar, que aquel de quien hablamos se parece á los que tienen su nombre , célebre por alguna virtud ó algún vicio.

 Los nombres de Apóstol, Rey, Filósofo, Poeta, Orador son comunes; sin embargo la antonomasia, haciéndoles particulares, los hace equivaler á nombres proprios.

 Así cuando los antiguos dicen: el Filósofo, entienden a Aristóteles; cuando los Griegos y los Latinos dicen el Poeta, entienden los primeros a Homero y los segundos a Virgilio; por lo mismo cuando unos y otros dicen, el Orador, entienden los segundos a Cicerón, y los primeros a Demóstenes. En fin cuando nosotros decimos el Rey, entendemos el que nos gobierna, y cuando el Apóstol, a San Pablo.

 Los adjetivos, o epítetos son nombres comunes por sí, y aplicables a diferentes objetos; mas entonces la antonomasia los hace particulares. Así llamamos a ciertos Príncipes famosos, el Conquistador, el Sabio, el Prudente, el Piadoso: al modo que los teólogos cuando dicen del Doctor Angélico entienden a santo Tomás, y a San Buenaventura cuando nombran el Doctor Seráfico.

 A la segunda especie de antonomasia se refiere la acepción del nombre propio por algún epíteto o nombre común: Sardanápalo fue un Príncipe sumergido en los deleites; así decimos de un hombre muy sensual: es un Sardanápalo. Nerón fue un Príncipe cruelísimo, así de cualquiera que muestre gran crueldad, se dice. es un Nerón. Del mismo modo se dice: es un Catón de aquel que posee austeras virtudes: es un Mecenas del que protege los literatos.

 A esta segunda especie se refiere también la acepción del nombre gentílico por algún atributo característica de aquella nación: así se dice: es un Francés, esto es, un hombre ligero: es un Alemán, es decir, un hombre flemático: es un Inglés, por un hombre meditabundo.

 Últimamente pertenece a esta especie la aplicación del nombre patronímico a los descendientes de un linaje, como cuando decimos: Romúlides a los Romanos; Dardánides a los Troyanos; Sarracenos a los Moros, y Otomanos a los Turcos, etc. De la propia suerte adaptamos a las divinidades paganas los nombres de los lugares de su primitivo o más famoso culto, o de su fabuloso nacimiento, y decimos: el Tebano por Hércules, el Capitolino por Júpiter, Citerea por Venus, Delia por la Luna. Igualmente tomamos el nombre de la patria por el de sus más famosos hijos, o el de alguna ciudad por el de los Prelados que la han ilustrado: así decimos el Nebrisense por Antonio de Nebrija; el Niceno por San Gregorio de Nyssa; el Abulense por el Tostado, Obispo de Ávila, etc.]


MIGUEL, R. de. Curso elemental teórico práctico de retórica y poética acomodado a la índole de los estudios de la 2ª enseñanza, conforme al programa oficial.  Madrid: Agustin Jubera, 1875. (con ejemplos cervantinos).

Miguel. 1875

 [p. 33]  […] la antonomasia se reduce á la sinécdoque ó metáfora, pues consiste en usar del nombre apelativo por el propio, ó al contrario, por alguna excelencia, como el Evangelista por S. Juan; es un Salomon, por un sábio.