CAPMANY Y MONTPALAU, Antonio de. Filosofía de la eloquencia. Madrid: Antonio de Sancha, Madrid, 1777.
Capmany y Montpalau, A. de 1777
[p. 220-221] La definición oratoria no es una seca y didáctica explicación de la propiedad, género, o diferencia de las cosas; es una abundante y exornada explicación del objeto que nos proponemos definir por varios modos, propiedades, y circunstancias.
Unas definiciones son más sostenidas y circunstanciadas; otras más rápidas y precisas avivadas muchas veces con un colorido fuerte y brillante. Pero en todas puede entrar el uso de las figuras, como adornos y gracias de su composición. Así definimos una cosa de muchos modos, y son las siguientes.
POR LAS CAUSAS.- La ley es el órgano saludable de la voluntad de todos con el fin de restablecer el derecho de la libertad natural entre nosotros: es una voz divina destinada para dictar a cada ciudadano los preceptos de la razón pública: es en fin la ley la que da a los hombres la libertad con la justicia.
POR LA ETIMOLOGÍA.- La palabra virtud se deriva de virtus, fuerza, porque la fuerza es la base de toda virtud. ¿El hombre virtuoso no es aquel que sabe subyugar sus pasiones? Luego la virtud es el dote de un ser flaco por naturaleza, y fuerte por la voluntad.
POR COMPARACIÓN.- La hipocresía es un homenaje que el vicio tributa a la virtud, como el de asesino de César, que se postró a sus pies para matarle con más seguridad.
POR METÁFORAS.- La justicia civil y la militar son los dos brazos de la autoridad suprema: la primera apacigua el furor de las ofensas, endereza los yerros de la ignorancia, desentraña los subterfugios de la codicia; la segunda es una muralla contra la violencia abierta. Son en fin, la una el órgano de la paz, y la otra el horror de la guerra.
POR LOS EFECTOS.- ¿Qué otra cosa es la embriaguez que la perturbación del cerebro, la estupidez de los sentidos, y el desenfreno de la lengua; un combate del cuerpo, un naufragio de la castidad, el borrón de la honra, y un embrutecimiento del alma?
POR NEGACIÓN.- El héroe gentil, que comúnmente pintan las historias, no es siempre un hombre justo, prudente, ni templado. No temamos afirmarlo: muchas veces el heroísmo ha debido su brillantez a los ojos del mundo al menosprecio de estas tres virtudes; y si no dígase, ¿qué serían Alejandro, César y Pirro mirados por este lado? Con algunos vicios menos acaso hubieran sido menos célebres, porque la gloria caduca fue siempre el premio de aquellos Conquistadores; mas las virtudes tienen otro eterno reservado.