ARPA Y LÓPEZ, S. Compendio de retórica y poética ó Literatura preceptiva adaptada a la índole y extensión de esta asignatura en la segunda enseñanza. Cádiz: Imprenta y Litografía de la Revista Médica, 1878.
Arpa y López, S. 1878
Hipérbole: consiste en ponderar o encarecer las cualidades de un objeto para realzarle o deprimirle. Sólo la pasión puede justificar esta figura; así, cuando una madre llama á su hijo rey, lucero, serafín, etc., todos rebajamos lo que la pasión aumenta, y encontramos natural dicha exageración: cuando esto no sucede; o es una villana adulación, o un cruel sarcasmo, ó una interesada mentira.
Por eso dice Quintiliano muy acertadamente, que en la hipérbole, “aunque lo que se diga sea inverosímil para el que lo oye, no lo sea para el que lo dice.”
Lo dicho tiene sin embargo una excepción, y es cuando se refieren las hipérboles a esas exageraciones que pueden llamarse de uso o de convenio en la conversación, como: más frío que el mármol, más caliente que un horno; y también cuando lo que se busca es la hilaridad, como sucede en las composiciones ligeras y jocosas.
Algunos disculpan ciertas exageraciones intencionales y reflexivas, como cuando en sociedad se califica de flaqueza ó debilidad lo que es una gran infamia; ó cuando en el foro califica un abogado de crimen inaudito lo que es un delito común. Nosotros creemos altamente censurables estas exageraciones, pues la verdad puede y aun debe alguna vez callarse, pero nunca falsearse.
CAPMANY Y MONTPALAU, Antonio de. Filosofía de la eloquencia. Madrid: Antonio de Sancha, Madrid, 1777.
Capmany y Montpalau, A. de 1777
[p. 154-156] Cuando estamos penetrados vivamente de alguna idea, y los términos comunes nos parecen poco fuertes para expresar lo que vamos a decir, nos servimos de palabras, que tomadas literalmente, exceden la verdad, y representan lo más o lo menos para significar algún exceso en lo grande, o en lo pequeño.
El oyente rebaja de la expresión lo que es menester rebajar, formándose una idea más conforme a la nuestra que la que podíamos excitarle por medio de palabras propias. Así para dar a entender la ligereza de un caballo, decimos: es más veloz que el viento; y ha un siglo que camina, se dice para explicar la lentitud con que viene una persona.
Muchos hipérboles leemos en la sagrada Escritura, como en el Éxodo cap. 3 donde dice: Yo os daré una tierra por donde corran arroyos de leche y miel, por decir, una tierra fértil. En el Génesis: Yo multiplicaré tus hijos como los granos del polvo de la tierra, por decir, tendrás una prole muy numerosa y dilatada.
De cuatro modos se puede aumentar una cosa con el hipérbole: 1.º Por demostración, como: Pedro es un Cicerón. 2.º Por semejanza: Pedro es como un Cicerón. 3.º Por comparación: Pedro es más que Cicerón. 4.º Tomando el abstracto por el concreto: Pedro es la misma elocuencia.
Véase como un historiador moderno pinta la Grecia para encarecer a Corinto: Corinto, llave que abría y cerraba el Peloponeso, era la ciudad de mayor importancia en que la Grecia era un mundo, y las ciudades naciones enteras. Otro escritor, hablando de las conquistas de Alejandro, dice: Fueron tan rápidas, que el imperio del universo mas bien pareció galardón de la carrera, como en los juegos olímpicos, que no fruto de la victoria.
Hablando de los excelentes artistas de Grecia dice otro: Atenas produjo los Praxiteles y los Fidias, de cuyos cinceles salieron Dioses, capaces de bacer en algún modo disculpable la idolatría de los Atenienses.
Pero son impropios de la oratoria aquellos hipérboles, que no contentándose con lo verosímil, pasan hasta lo imposible: estos nunca dicen lo que es la cosa; y no sólo no dicen lo que pudiera ser, sino que se arrojan a lo repugnante. Estas excesivas ponderaciones son más permitidas a la imaginación poética, que puede alguna vez sacar la naturaleza de sus quicios; como cuando dice aquel poeta: Al pie de una corriente lloraba Galatea de sus divinos ojos por lágrimas estrellas. Esta expresión es afectada, y repugnante a la verdadera elocuencia, donde la grandeza o importancia de los asuntos dictan al orador pensamientos grandes, pero naturales. Léase este epíteto a la memoria de Carlos V. Por túmulo todo el mundo, por luto el cielo, por bellas antorchas pon las estrellas, y por llanto el mar profundo. Aquí se descubre un violentísimo esfuerzo para juntar en la imaginación distancias tan enormes, y extremos tan repugnantes a la verosimilitud, y aun a la comprehensión humana.
De estos encarecimientos colosales se forma el lenguaje de los enamorados, esclavos, y aduladores. Pero la expresión del orador en un asunto alto puede ser alta, más no tanto que se pierda de vista Mas tolerables son aquellos hipérboles, que por una especie de gradación van levantando, o bajando el pensamiento hasta su último término, sin dejar estos inmensos intervalos que saltan las imaginaciones desarregladas.
GIL DE ZÁRATE, A. Manual de literatura. Primera parte: principios generales de poética y retórica. Madrid: Imp. de Martínez y Minuesa, 1850.
Gil de Zárate, A. 1850
[p. 41-42] Hipérbole. Consiste en exagerar las cosas ya en mas, ya en menos; pero de suerte que las espresiones queden reducidas á su justo valor por el que sabe apreciarlas. La pasión es la que con mas frecuencia hace cometer esta figura. Su uso es muy común, y hasta muchas espresiones hiperbólicas han pasado al lenguaje familiar: como mas ligero que el viento, tan blanco como la nieve. Cuando tiende á disminuir se emplea mas bien en composiciones jocosas que en las serias. De todos modos, y particularmente en estas últimas, no debe pecar la hipérbole ni por atrevida, ni por exajerada. La prudencia, tan recomendada en las demás figuras, conviene sobre todo á esta; pues de lo contrario, cansa y degenera en ridicula.
LÓPEZ BASTARÁN, M. Retórica y Poética ó Literatura preceptiva. Huesca: Est. Tip. Oscense, 1889.
López Bastarán, M. 1889
[p. 66-67] La figura llamada hipérbole consiste, en exagerar las cosas, presentándolas de tal modo aumentadas ó disminuidas, que excedan notablemente de sus limites naturales.
La exageración que envuelve esta figura se justifica perfectamente, por la intensidad de la pasión que domina al que la emplea, bajo cuya influencia, los objetos se presentan á la imaginación de distinto modo que son en si.
El hipérbole no infringe la condición esencial de la verdad, siempre que sea natural, y sepa contenerse el escritor dentro de los límites que el buen gusto prescribe; porque el lector ú oyente, comprendiendo su intención, disminuye ó aumenta lo necesario, apreciando los objetos en sus límites naturales. Por eso, los mejores hipérboles son aquellos, que ni el que los emplea, ni el que los oye, se aperciben de la exageración.
Nuestro idioma está lleno de hipérboles sumamente expresivos, algunos de los cuales han pasado al lenguaje familiar; y á fuerza de usarlos, los admitimos y empleamos de un modo espontáneo y natural hasta en la conversación más tranquila. Así decimos; más ligero que el viento: más blanco que la nieve: más frio que el mármol: camina con pies de plomo; huye de su sombra, etc.
MARÍN Y MORALES, V. Lecciones de retórica y poética. Manila: Imprenta del Colegio de Sto. Tomás, 1895.
Marín y Morales, V. 1895
[p. 129-130] La hipérbole consiste en exagerar las cualidades de un objeto; v. gr.:
REGLA. La hipérbole es figura grandiosa; mas debe emplearse con sumo cuidado, debiendo ser ante todo natural; pues de lo contrario degenera la figura en insufrible hinchazón.
Su lugar propio es la poesía; pero también suele emplearse en todos los géneros de composiciones en prosa, aunque con mucho mayor comedimiento. Sea cualquiera el lugar en que se use, nunca debe olvidarse que no es lícito traspasar de una manera inverosímil los justos límites de la verdad. Por faltar á este indispensable requisito, han desbarrado casi todos nuestros poetas, sin excluir los de primer orden, haciendo hipérboles que son verdaderas monstruosidades.
MIGUEL, R. de. Curso elemental teórico práctico de retórica y poética acomodado a la índole de los estudios de la 2ª enseñanza, conforme al programa oficial. Madrid: Agustin Jubera, 1875. (con ejemplos cervantinos).
Miguel, R. de. 1875
[p. 49-50] La hipérbole consiste en ponderar ó encarecer las calidades de un objeto para realzarle ó deprimirle.
Por esta figura suele decirse de uno, que es «pesado como el plomo, listo como el pensamiento, duro como el alcornoque, tenaz como él solo,» etc. Las hipérboles que nacen de la pasion son siempre más exactas y naturales. Las que se emplean para describir deben usarse con mayor cautela; porque, como observa Blair, el escritor debe acalorar por grados la fantasía, y prepararla á pensar altamente del objeto que intenta describir. Sin este requisito, las hipérboles no serán más que hinchazon, hojarasca y gerigonza.]
Prontuario de retórica y poética, extractado de los mejores autores nacionales y extranjeros por un antiguo profesor de estos ramos. Madrid: Imp. de Fuentenebro, 1839.
[p. 24] Hipérbole. Consiste en exagerar las cosas; pero será viciosa esta figura cuando la exageración es tan que no puede concebirse.