Retórica y ficción narrativa de la Ilustración a los romanticismos

Reflexio. Recepción español

MARTÍNEZ COLOMER, Vicente. Novelas morales. Valencia, 1804.

     Reflexio (Anadiplosis)

Eugenio, tras el encuentro con el Marqués de Viruenga en  El impío por vanidad, en su conversación con Teodoro, su preceptor, describe así al marqués y los de su clase: “se hinchen por vanidad, y por vanidad se alistarán en la clase de los espíritus fuertes, por vanidad se desdeñan de reglar sus operaciones a la Moral Evangélica, por vanidad se avergüenzan de parecer cristianos y por vanidad, en fin, se hacen impíos” (p. 253). Parece, más que un diálogo novelístico, la enunciación de la tesis del discurso asimilable al sermón que lanza el personaje. Su repetición sirve para enfatizar la idea principal dentro del su proceder didáctico.

MARTÍNEZ COLOMER, Vicente. Novelas morales. Valencia, 1804.

Reflexio

Narcisa acaba preguntándose a sí misma en voz alta y ante Eusebio y sus acompañantes si el motivo de su retiro no será una influencia del poder diabólico más que una búsqueda de la soledad para alcanzar aquella sabiduría del “iter secretum” que han seguido “los pocos sabios que en el mundo han sido”. Con este recurso se consigue dinamizar un viejo tópico retórico que buscaba en el apartamiento del mundanal ruido una actitud de sabia contemplación que desprecia la vanidad de los placeres mundanos. Al mismo tiempo se configura un personaje que es capaz de ver ciertos aspectos desde una doble perspectiva. Ese conflicto interno se traslada lingüísticamente en forma de una interrogatio seguida de una exclamatio que acentúa el carácter patético del discurso: “Pero, ¿qué es lo que estoy viendo? ¡Desagraciada Narcisa, tú has venido aquí seducida! ¿Quién en esta soledad ha de guiar tus pasos por la senda de la virtud? Allá en el mundo hallarías ahora alguna mano hábil que te ayudase a levantar del abatimiento en que te ves; pero aquí ¿qué puedes encontrar que no sea tu perdición? No es el espíritu de Dios quien te ha llamado a esta soledad; el Espíritu de las Tinieblas es el que te ha traído como por la mano para que, después de un breve curso de placeres acabes desastradamente tu vida entre el horror de estos desiertos.” (p. 22-23). En este caso la capacidad dialógica de la reflexio no deriva de enfrentar la palabra propia a un discurso de otro personaje sino que ahonda en los meandros del propio pensamiento de la protagonista que se va construyendo ante un auditorio. Son vaivenes emocionales que tienen su repercusión directa en la forma en la que se construye el discurso narrativo. Esto precisamente legitima el hecho de que prácticamente toda la novela de Narcisa se base en un monólogo en que la protagonista femenina cuenta a los demás cómo ha sido su vida y qué causas la han llevado a ese estado.