ARPA Y LÓPEZ, S. Compendio de retórica y poética ó Literatura preceptiva adaptada a la índole y extensión de esta asignatura en la segunda enseñanza. Cádiz: Imprenta y Litografía de la Revista Médica, 1878.
Arpa y López, S. 1878
[p. 65] Dialogismo: consiste en referir textualmente un discurso fingido de persona verdadera; y también en el artificio que emplean á veces los oradores para decir ciertas cosas sin que parezca que las dicen. […]
Reglas. Esta figura sólo debe usarse, ó para dar más autoridad á lo que se dice, para lo cual se pone en boca de otro lo mismo que decimos; ó para no herir el amor propio y susceptibilidad de aquellos á quienes nos dirigimos, y en ese caso suponemos que hubiéramos dicho en circunstancias dadas, lo que claramente estamos diciendo.
CAPMANY Y MONTPALAU, Antonio de. Filosofía de la eloquencia. Madrid: Antonio de Sancha, Madrid, 1777.
Capmany y Montpalau, A. de 1777
[p. 189-190] Diálogo. Esta figura, llamada sermocinacio, es propiamente un discurso dramático, en que introducimos dos o más personas comunicándose entre sí sus pensamientos, o dirigiendo sus sentimientos y votos, ya a una de ellas o a los espectadores, ya al cielo, a la naturaleza, etc.
Por medio de estos interlocutores el orador tiene más libertad para referir un hecho, reprehender el vicio, celebrar la virtud, y dar un colorido tanto más vivo al discurso, cuanto aquí se presenta de más cerca la naturaleza.
Oigamos aquel coloquio entre las madres de los inocentes y los soldados de Herodes. Clama una: ¿Por qué, compañera, me dejas desamparada? Ven, dice la otra, vamos a morir también con nuestros hijos. A los niños, responden los verdugos, no a vosotras buscamos. Qué! exclaman las madres, los niños todavía inocentes han pecado?
Un elocuente escritor nos inspira de esta suerte el amor de la patria: La patria pregunta a cada ciudadano, ¿qué harás tú por mí? El soldado responde, yo te daré mi sangre: el Magistrado, yo defenderé tus leyes: el Sacerdote, yo velaré sobre tus altares: el pueblo numeroso desde los campos y talleres grita, yo me dedico a tus necesidades, te doy mis brazos; el sabio dice, yo consagro mi vida a la verdad, y tengo valor para decírtela.
Cierto orador en el elogio fúnebre de uno de los dos primeros Magistrados del Reino, dice: El vicio decía a sus hijos: hijo mío, el hombre justo ha muerto; el flaco y el infeliz exclamaban, ha caído nuestro apoyo.
MARÍN Y MORALES, V. Lecciones de retórica y poética. Manila: Imprenta del Colegio de Sto. Tomás, 1895.
Marín y Morales, V. 1895
[p. 119-120] El dialogismo consiste en introducir un discurso ó conversación habida entre varios personajes, fingiéndole de tal modo que no quepa duda ocurrió, ó por lo menos, que pudo ocurrir.
Si la conversación que se finge es entre dos personas se llama diálogo, si es una la que habla monólogo ó soliloquio.
Repárese que hemos dicho que el discurso introducido ha de ser simulado; pues si efectivamente hubiera ocurrido, no habría figura.
Además, la ficción debe ser verosímil, esto es, que no repugne á la verdad del caso; de tal modo qué, quien lo oye ó lee pueda observar que, aunque el tal discurso ó conversación es solo un artificio del autor, nada hay, sin embargo, que se oponga á la posibilidad del hecho.
REGLAS. Esta figura es de muy buen efecto, bien manejada y traída con oportunidad.
Se emplea con tres objetos:
1.° Para aliviar la atención cansada por la monotonía propia de un discurso largo.
2.º Para pormenorizar ciertos detalles, que de este modo suelen quedarse más impresos en el ánimo.
3.º Para exponer los hechos con más viveza y rapidez.
El lugar propio de esta figura está en los pasajes animados de la oratoria, sobre todo en la forense, y en la pintura de caracteres del género histórico.
MIGUEL, R. de. Curso elemental teórico práctico de retórica y poética acomodado a la índole de los estudios de la 2ª enseñanza, conforme al programa oficial. Madrid: Agustin Jubera, 1875. (con ejemplos cervantinos).
Miguel, R. de. 1875
[p. 55-56] El dialogismo consiste en fingir una conversación entre dos ó más personas, verdaderas ó ideales, la cual se cita textualmente (…).
Cuando esta conversación la entabla uno consigo mismo se llama soliloquio.
El dialogismo, así como el soliloquio, pueden admitir todos los tonos, y de consiguiente las expresiones y frases en que se conciban deben ser acomodadas al temperamento de la obra e importancia de los pasajes. No constituyen esta figura las conversaciones sostenidas en las composiciones dramáticas, en las poesías mistas, en las arenas, y en muchas novel as dialogadas, porque en ellas es el diálogo su propia forma.
Hay otra especie de dialogismo que consiste en manifestar uno su opinión acerca de alguna cosa, no ya directamente, sino bajo ciertas suposiciones. Después de hacer ver Ciceron en defensa de Ligario los diversos modos como calificaban sus conciudadanos la última guerra civil, añade: «Si á mí se me preguntara cuál es el nombre propio y verdadero que conviene a ese mal común, diría que era una especie de fatalidad que arrastró impensadamente los animos, no debiendo por tanto maravillarnos de que las disposiciones del Cielo hayan dejado burlados los proyectos de los hombres.» Déjase conocer que el orador muestra su opinion, indirectamente, esto es, bajo la hipótesis de que se le pidiera. Advertiremos, por fin, que aunque el dialogismo puede caber en pasajes muy pateticos, nunca puede llegar á la elevacion de la prosopopeya; porque en efecto, no es menester tanto acaloramiento y entusiasmo para hacer hablar á un ser racional como á cualquiera otra criatura.
Prontuario de retórica y poética, extractado de los mejores autores nacionales y extranjeros por un antiguo profesor de estos ramos. Madrid: Imp. de Fuentenebro, 1839.
[p. 17] Comunicacion: Por esta figura parece que el orador se desprende de su modo de pensar, y pregunta á los oyentes qué harían ó dirian en aquel caso.