Retórica y ficción narrativa de la Ilustración a los romanticismos

Similitudo. Crítica literaria español

ARPA Y LÓPEZ, S. Compendio de retórica y poética ó Literatura preceptiva adaptada a la índole y extensión de esta asignatura en la segunda enseñanza. Cádiz: Imprenta y Litografía de la Revista Médica, 1878.

Arpa y López, S. 1878

[p. 55-56] Símil: consiste en hallar analogía entre dos objetos y explicar el uno por el otro. Estas analogías no deben ser tan idénticas que se confundan las cosas, ni tan remotas que no se comprenda la semejanza. Faltaría á lo primero el que comparase entre sí dos gotas de agua, dos hojas de un mismo árbol, etc.; faltaría á lo segundo el que comparase una ermita ruinosa y desierta con un tísico, fundando esta comparación en que ni la una ni la otra tenían cura y valiéndose del equívoco á que se presta dicha palabra. Esta clase de símiles solo en escritos ligeros y jocosos podrán tolerarse.

Los símiles pueden ser simples, breves y amplificativos: estos últimos requieren una situación más tranquila en el escritor, la cual permite, no sólo encontrar semejanzas, sino dar más variedad á su expresión.


CAPMANY Y MONTPALAU, Antonio de. Filosofía de la eloquencia. Madrid: Antonio de Sancha, Madrid, 1777.

Capmany y Montpalau, A. de 1777

[p. 222-232] Similitud. La similitud es aquella conformidad que dos cosas, aunque de distinta naturaleza y categoría, tienen entre sí por la analogia de alguna propiedad, efecto, causa, u otra circunstancia que sea impropia, o figuradamente común a entrambas.

 Así se pueden asemejar el hidrópico, y el avaro, aunque tan diferentes entre sí, que el uno padezca enfermedad física, y el otro moral; porque este último, por aquella sed del oro en sentido metafórico o translaticio, es semejante al primero por la otra sed de agua en sentido propio y recto.

 Por lo mismo entre el sol y la filosofías dos objetos tan distantes por todos los respetos y propiedades, hay una clara semejanza, en cuanto la última ilumina en sentido figurado a los hombres, al modo que el primero alumbra la tierra en sentido propio.

 Pero es de advertir que el objeto de que se saca el término de la similitud en el sentido translaticio, es siempre el asemejado; y el que da este mismo término en el sentido propio y natural es el modelo con que se coteja. Por esta razón la filosofía en el último ejemplo es el objeto asemejado.

 Las similitudes, como las comparaciones, son un espacioso campo de pensamientos: los efectos de la naturaleza, los fenómenos celestes, el espectáculo de la tierra, el teatro de la física, de la historia, y de la fábula presentes a la memoria, sugieren a una infeliz imaginación infinitos rasgos. Pero el gusto, que todo lo sazona, consiste en emplearlos, oportunamente, y servirse siempre de los más fuertes y brillantes; porque los símiles exigen gran caudal de invención, mucha valentía, y un pulso maestro en la elección de objetos, siempre los más nobles y sencillos.

 Estos objetos suponen en el hombre una memoria abundantemente poblada de imágenes de toda especie, y unas en particular de imágenes grandes: y como éstas entran por los ojos, los del orador o escritor elocuente deberían haber visto los grandes espectáculos del mundo.

Podrá ser feliz, atrevido, y fecundo en símiles el hombre que haya paseado la tierra, corrido los mares; el que, por ejemplo, desde las altivas cumbres de los Alpes, puesta casi toda la Europa a sus pies, haya seguido de una ojeada el curso del Po, del Ring, y del Ródano, haya contemplado aquellas pirámides eternas de nieve, sus manantiales cristalinos, y olorosos vegetables; el que haya visto la espantosa erupción de los volcanes, penetrado en la silenciosa soledad de las selvas, naufragado entre la cólera de un océano furioso, estremecídose en medio de los cóncavos y valles entre las reverberaciones de los relámpagos, y repercusiones del trueno; en fin el que haya visto el mundo, y palpado sus prodigios. Creo que no desmerecen nuestra atención los ejemplos siguientes.

  1. De los maldicientes detractores de los hombres insignes, dice un escritor: «Estos enemigos natos de las almas superiores, y envidiosos de la gloria que ellos no merecen, son semejantes a aquellas plantas viles que sólo crecen entre las ruinas de los palacios; pues no pueden levantarse sino sobre los destrozos de las grandes reputaciones.»
  2. Las crueldades de Domiciano habían aterrado de tal suerte a los Gobernadores, que el pueblo Romano pudo en su reinado restablecerse un poco; del modo que un rápido torrente, destruyéndolo todo en una orilla, va dejando en la otra una vega donde verdean hermosos prados.

III. El tiempo ha destruido las opiniones de Descartes, pero su gloria subsiste; semejante a aquellos Reyes destronados, que aun sobre las ruinas de su imperio parecen nacidos para mandar a los hombres.

Otras veces un mismo objeto tiene dos términos de semejanza diferentes, o bien contrarios entre sí, pero cada uno relativo a la cosa asemejada. Como lo de aquel poeta, que dice: Ya los dos nos parecemos al roble que más resiste: tú en ser dura, yo en ser firme.

También se puede avivar la imagen, añadiendo a una semejanza otra mayor, que si observan gradación realzan el pensamiento. Como aquel que dijo del martirio de San Lorenzo: Te recreas como la salamandra, o más bien, renaces como fénix de Cristo entre las llamas. Alguna vez se ponen dos objetos de similitud opuestos entre sí por el término que los asemeja. Así dice uno: Oh! mal terrible, que naciste como el fénix, y acabaste como el cisne. A este tenor otros muchos.

 Pero la gravedad de la verdadera elocuencia proscribe todas las similitudes nominales, como son las que juegan sobre paranomasias, etimologías, y alusiones falsas: conceptillos pueriles y superficiales, indignos de la oratoria, y sólo tolerables en los versificadores de agudezas.

Tampoco deben sacarse las similitudes de objetos bajos o sórdidos, ni de cosas oscuras, demasiado sutiles o abstractas: en los primeros quedan ofendidas la nobleza y la decencia; y en los segundos la claridad y energía.

Todo el mérito de la similitud consiste en elegir la imagen más viva y representativa de la circunstancia que uniforme dos cosas con más propiedad; pues siempre se debe buscar aquel objeto que tenga el término o adjunto de la semejanza más natural y estrecho con la cosa asemejada. Porque aunque muchas cosas se parecen, hay más estrecha conformidad entre unas, que entre otras; y aun entre las primeras se halla uno de sus términos de semejanza más idéntico que otro.

 El orador que quiere hacer sus pensamientos más sensibles, elige los símiles más naturales, fuertes y enérgicos. Por ejemplo: el mármol tiene la frialdad y la dureza como dos términos de semejanza; pero posee la última en grado superior, y sin depender de accidente alguno. Luego por este lado ha de servir de término al cotejo de una cosa dura, y no por el otro al de una fría; porque ésta se puede asemejar al hielo, cuya frialdad es más intensa, y natural.

También hay términos de semejanza, no propios sino metafóricos. Así decimos alguna vez: Está dormido como una piedra. La piedra, que es el objeto de la semejanza, no puede dormir siendo un ser inanimado; sólo representa figuradamente un sueño profundo por su inmobilidad e inercia; y aquí se toma por objeto de una similitud más enérgica, en cuanto una masa de piedra parece lo más distante de las funciones de un animal despierto.

 DISIMILITUD.- Cuando el término, que debía ser él vínculo de la analogía entre dos objetos, es al contrario el de desconformidad u oposición, entonces se comete la disimilitud. En sentido contrario, se pueden aplicar las mismas reglas dadas para la similitud; aunque siempre es de uso menos frecuente.

Clases de símiles

Al género de los símiles pertenecen los emblemas, los símbolos, y los jeroglíficos, que son otras tantas pinturas parlantes, o representaciones alegóricas de los objetos que la elocuencia quiere hacer más visibles y palpables.

EMBLEMA.- Es la esperanza el primer móvil del hombre, y al lado de ella está el temor: este es el reverso de la medalla. La imagen se saca aquí de la numismática.

SÍMBOLO.– ¿Qué vemos en este rebaño? Muchos perros y pocos pastores. No hay cosa que mejor signifique el gobierno aristocrático. Aquí se saca del estado pastoril.

JEROGLÍFICO.- Contempla este león, voz cede a la mano que te alaga, y a la que le amenaza, y verás representado el altivo Monarca que ama y teme la religión. Aquí la imagen se saca de la historia natural.

Comparación

 La comparación es aquella confrontación que se hace de dos objetos por alguna circunstancia o propiedad común e idéntica entre ambos: pero, a diferencia de la similitud, el término o vínculo de la comparación tiene un sentido propio y natural para las cosas comparadas, y nunca figurado.

 Así diremos por comparación: Nace el bruto, y nace el héroe; y como mortales mueren ambos. Aquí las acciones de nacer y morir, que son los términos de la comparación, tienen un sentido propio para los dos individuos; cuando por similitud diríamos: nace el hombre y nace el sol.

 Cuando un objeto se nos ha mostrado con circunstancias, o accesorios que lo engrandecen, nos parece noble: y esto se experimenta sobre todo en las comparaciones, en que el entendimiento debe siempre ganar extensión; porque aquellas circunstancias han de añadir alguna cosa, que haga ver más grande la primera; y si no más grande, alomenos más fina y delicada. Pero es menester no presentar una conformidad baja, o indecorosa que el alma del oyente hubiera ocultado cuando la hubiese percibido.

 Por otra parte, como aquí se trata de mostrar cosas finitas, gustamos más de ver comparar un modo con otro modo, una acción con otra acción, que una cosa con otra cosa, como un guerrero con un león, una beldad con un astro, un hombre veloz con un ciervo.

 Es fin la comparación se forma de tres modos diferentes, ya comparando de mayor a menor, de menor a mayor, y de igual a igual.

DE MAYOR A MENOR

Una acción con otra

Si el intrépido César tembló en Dirrachio, y se estremeció en Munda, ¿cómo el soldado tímido y afeminado conservará firmeza a vista de una brecha?

Una cosa con otra

Un gran Príncipe es un hombre raro: ¿qué será un gran legislador? El primero sólo debe seguir el modelo que propone el segundo: éste es el artista que inventa la máquina, y aquel el maquinista que la arma y pone en movimiento.

DE MENOR A MAYOR

 Los primeros Cristianos corrían alegres a los cadahalsos del Paganismo a ofrecer su si vida por Cristo; y nosotros no podemos sufrir el martirio quimérico de la más ligera injuria.

DE IGUAL A IGUAL

Un modo con oro

 Así como la religión pide manos puras para ofrecer sacrificios a la Divinidad, las leyes quieren costumbres frugales para tener que sacrificar a la patria.

Una acción con otra

 En los estados despóticos de Asia, el efecto de la voluntad del Príncipe, una vez conocida, debe ser tan infalible, como el de una bola disparada contra otra.

Una cosa con otra

 En cualquier tiempo una nación de héroes causaría infaliblemente su ruina, como, los soldados de Cadmo que se destruyeron unos a otros.

Disparidad

 La disparidad pertenece también, a uno de los géneros de comparación; y es aquella oposición o contrariedad que resulta de los adjuntos, modos, o acciones entre dos cosas que se carean.

 Lo veremos en este ejemplo: «¡Qué acogida dio Trajano al mérito! En su reinado era permitido hablar y escribir con libertad, porque los escritores, heridos del resplandor de sus virtudes, no podían dejar de ser sus panegiristas. ¡Qué diferentes fueron Nerón y Domiciano! Éstos, tapando la boca a la verdad, impusieron silencio a los ingenios de los sables, para que no transmitiesen a la posteridad la ignominia y horror de sus delitos.»

 Paralelos

Entre Cicerón y Catón

 «En Cicerón la virtud era lo accesorio; y en Catón la gloria. Cicerón se prefería a todo, y Catón se olvidaba siempre de sí: éste quería salvar la república sin otro interés; y aquel por el de su gloria personal. Cuando, Catón preveía, Cicerón temía: y donde el primero esperaba, confiaba el segundo. Catón veía las cosas a sangre fría, y Cicerón por entre cien pasioncillas.»

Entre un sabio y un héroe

 «Todas las virtudes pertenecen al sabio; pero el héroe suple las que le faltan con el esplendor de las que posee. Las virtudes del primero son templadas, pero sin mezcla de vicios; y si el segundo tiene defectos, los borra la brillantez de sus virtudes. El uno, siempre sólido, nada tiene malo; y el otro, siempre grande, nada tiene mediano.»

 Finalmente advertiremos, que el objeto de toda comparación debe ser muy notorio, y al mismo tiempo insigne, tanto en el término o adjunto de la misma comparación, como en el sujeto con quien se compara. Así Tito, Trajano, Marco Aurelio, Antonino, y Enrique IV de Borbón serán modelos de comparación para Príncipes benignos, humanos, sabios, píos, y magnánimos; del modo que Nerón, Calígula, Domiciano, Heliogábalo para los crueles, bárbaros, atroces, y obscenos. Y si las heroicas acciones de Codro, Decio, Régulo, y Curcio son insignes objetos de comparación para los ciudadanos generosos que se han sacrificado por su patria, las de Catilina, César, y Cromwel lo serán para los ambiciosos que han querido esclavizarla.


 GIL DE ZÁRATE, A.  Manual de literatura. Primera parte: principios generales de poética y retórica. Madrid: Imp. de Martínez y Minuesa, 1850.

Gil de Zárate, A. 1850

[p. 40-41] Semejanza símil ó comparación. Hé aquí una figura usada con frecuencia, sobre todo en la poesía, y que empleada con oportunidad es siempre de bellísimo efecto. Consiste en hallar semejanza entre dos objetos y esplicar el uno por el otro. Uno de los mas agradables ejercicios de la imaginación es el de comparar distintas ideas, descubriendo sus semejanzas; y en la novedad y la variedad de relaciones inesperadas, es en lo que principalmente se ostenta el ingenio del escritor. (…)

Mas por lo mismo que el símil es una figura tan hermosa, se cae con frecuencia en su abuso é inoportuno empleo; necesita, pues, el escritor mucha precaución y acierto para que no se trueque en defecto lo que piensa ser una belleza: por esta razón, estarán de mas aquí algunas advertencias.

El símil se emplea con mas naturalidad cuando el ánimo se halla intranquilo, que, cuando está agitado por una pasión fogosa. El buscar relaciones entre objetos diferentes, es propio de la reflexión, y por lo tanto no acertarán los que, por ejemplo, en un drama, introduzcan inoportunamente este adorno en diálogos vivos y animados, ó en soliloquios, donde deben campear únicamente los arrebatos de las pasiones.

La semejanza entre los objetos que se comparan no debe ser demasiado cercana y obvia, ni tampoco muy remota: en el primer caso se hace trivial, en el segundo se convierten en un enigma. Por esta misma razor nunca ha de ser desconocido el objeto de donde se tome el símil, pues entonces no se percibe la verdad de la semejanza.

Por último, en las composiciones serias y magestuosas no se toman nunca por términos de comparación objetos bajos é innobles; y aun siendo los símiles claros, oportunos y bien escogidos, no se prodiguen con demasía , ni se acumulen para ilustrar un mismo objeto.


GÓMEZ HERMOSILLA, J. Arte de hablar en prosa y verso. Madrid: Imprenta Real, 1826, 2 vols.

Gómez Hermosilla, J. 1826.

[p. 104-105] Semejanza ó símil, (llamada tambien comparacion). Consiste en expresar formalmente que dos objetos son semejantes entre sí. Los ejemplos ocurren con frecuencia. Pero como en el uso de los símiles es fácil caer en algunos defectos, y efectivamente han caído en ellos aun escritores de primer orden; es necesario dar algunas reglas para evitarlos, observando primero que los símiles son de dos clases,

1.ª Los que sirven para probar algún hecho por su semejanza, ó mas bien, su analogía con otro. […]

2.ª Los que se traen para hacer sensible una idea abstracta, ó para ilustrar y hermosear algún objeto.


LÓPEZ BASTARÁN, M. Retórica y Poética ó Literatura preceptiva. Huesca: Est. Tip. Oscense, 1889.

López Bastarán, M. 1889

[p. 54-55] La comparación ó símil consiste, en expresar formalmente, la semejanza que hay entre el objeto que nos proponemos manifestar y otro existente en la naturaleza, y que se supone conocido de aquellos á quienes nos dirigimos.

La comparación unas veces se emplea para explicar un pensamiento, presentándolo con más claridad á nuestra inteligencia, y otras, para hermosear el estilo. En el primer sentido, tiene cabida aún en los asuntos más abstractos de la filosofía; en el segundo, constituye uno de los más bellos adornos de la obra poética.

 El símil es una verdadera figura retórica, porque como veremos al estudiar el lenguaje figurado, el símil no es más que una metáfora expresa, como la metáfora es una comparación tácita.

Las principales reglas que deben observarse al usar esta figura, son las siguientes:

1.ª Sirviendo la comparación para realzar el objeto principal, es preciso que aquel con quien se compara sea de tal naturaleza, que su recuerdo sirva para fortificar la impresión que se desea producir.

2.ª La semejanza que se suponga existir entre los objetos comparados, ni ha de ser tan inmediata y obvia, que no encuentre la imaginación atractivo alguno, ni tan remota, que cueste trabajo descubrirla.

3.ª Las comparaciones extensas y pomposas, aunque comunican al estilo dignidad y elevación, son inoportunas en la expresión de las enérgicas pasiones; porque solo cuando el ánimo está tranquilo, puede percibir una continuada serie de ideas concordantes entre dos objetos: pero las comparaciones rápidas quo se confunden con la metáfora, tienen cabida en las situaciones más apasionadas y vehementes.


MARÍN Y MORALES, V. Lecciones de retórica y poética. Manila: Imprenta del Colegio de Sto. Tomás, 1895.

Marín y Morales, V.  1895

 [p. 103-105]  La semejanza ó símil consiste en comparar uno con otro dos objetos.

No debe ser confundido el símil con la metáfora; en el símil la comparación siempre es expresa, en la metáfora es tácita.
Si decimos: el joven aplicado es el espejo donde los demás deben mirarse, aquí hay verdadera metáfora, pues la comparación del niño con el espejo va implícita y no expresa.
Pero si decimos: el joven aplicado es como un espejo, donde los demás deben mirarse, habremos hecho un símil.
Los símiles llevan siempre las partículas comparativas cual, como, así; las metáforas no las llevan nunca.
El buen uso del símil requiere que se observen las siguientes:

REGLAS

1.ª Para la buena comparación de dos objetos, debe escogerse aquella circunstancia que más los aproxime, y tenga relación más cercana con nuestro propósito.

2.ª La semejanza no debe ser tan obvia, que no tenga nada de ingeniosa: como si comparamos un hombre con otro, una montaña con otra montaña, etc.; ni por el contrario tan remota y violenta, que no se puedan ver los puntos de comparación.

 3.ª De ningún modo deben buscarse los puntos de comparación entre cosas sórdidas y humildes en demasía, al menos en obras semas, porque afean en gran manera la composición; como si dijéramos, v. gr., El sol es como el candil del Universo.

4.ª Las semejanzas de más grandioso efecto son las que resultan de comparar los objetos del mundo externo con los fenómenos de nuestro espíritu; mas, para buscar analogías entre la naturaleza y el mundo subjetivo, se necesita un talento elevadísimo dado á muy pocos [N. del autor: La riquísima inspiración popular nos presenta un símil de esta especie, que acaso sea el más bello que se haya compuesto jamás.


Prontuario de retórica y poética, extractado de los mejores autores nacionales y extranjeros por un antiguo profesor de estos ramos. Madrid: Imp. de Fuentenebro, 1839.

[p. 21-22] Comparacion. Tomando el cotejo de dos objetos con el fin de deducir una de tres cosas: 1.º que lo que hace el mayor, ó lo que sucede en el mayor, debe con mas razon verificarse en el menor. 2.º Haciendo iguales deducciones desde el mayor al menor. 3.º presentando dos objetos iguales para inferir que lo que se dice del uno debe aplicarse al otro. Ejemplo del primer caso. Si Dios perdona, con mas razon debe perdonar el hombre. Del 2.º Si el hombre desea y proporciona la felicidad á sus hijos, cuánto mas la deseará Dios para los hombres? Del tercer caso: los dos sois estudiantes, luego igualmente estais obligados al estudio.


SÁNCHEZ BARBERO, F. Principios de retórica y poética. Madrid: Imprenta de la Administración del Real Arbitrio de Beneficencia, 1805.

 [p. 12-16] Comparacion ó simil, y metáfora. Uno de los mas agradables exercicios de la imaginación consiste en comparar distintas ideas, descubriendo sus semejanzas. En la novedad y en la variedad de relaciones inesperadas, es en donde principalmente se despliega el genio de un escritor. Una vigorosa y vivaz fantasía jamas se confina ni se sujeta á la idea que tiene delante de sí, sino que vuela por los objetos inmediatos que le ofrece su contemplacion, reune sus imágenes, coteja las circunstancias de semejanza que ve en ellas, y se complace en todas juntas. Así es como la elocuencia exerce un poder mágico; así es como saca inumerables bellezas de los objetos mas estériles, y da gracia y novedad á los mas comunes. La Comparacion ó Símil expresa la semejanza entre dos objetos. La Metáfora es una comparacion abreviada. La vehemencia y rapidez del verso Pindárico es un torrente que se precipita de las montañas: he aquí una Metáfora; pero quando digo: es á modo, ó como un torrente, &c. hago una Comparacion ó Simil. El principal objeto de estas dos figuras es dar fuerza y claridad, hacer visibles las ideas intelectuales, prestarles colores y propiedades físicas. Son un quadro, que el entendimiento percibe á una ojeada, y abren un nuevo campo en que se espacia la imaginacion, como se ve por los siguientes exemplos. Hablando Ossian de un héroe, dice: En paz eres la imagen de la primavera, en la guerra un volcan: y de una muger: El resplandor de la hermosura brillaba en su temblante, pero su corazon era el templo del orgullo. Trotal se adelanta seguido de las olas de su pueblo, pero encuentran una roca, porque Fingal resiste: estréllanse y ruedan léjos de él sin poder moverle.

Todos los Poetas abundan en comparaciones: Homero las tiene muy robustas y nuevas, y no ménos Ossian: oigamos á este. Llegó Gaul, hijo de Morny , el mas robusto de los hombres: detúvose en la montaña á manera de una encina; su voz era semejante al sonido de un torrente. Soy fuerte como la tempestad en el océano, como el uracan en las montañas. Ambos cayéron en la llanura que resonó al golpe, como caen dos encinas entrelazadas sus ramas, y haciendo temblar el monte. El suspiraba muchas veces en medio de sus amigos, como quando la tempestad ha pasado, y todavía se siente por intervalos la agitacion de los vientos. La hija, de los Reyes se retira á la manera de un zéfiro blando y ligero quando murmurando agita la cabeza brillante de las flores, y arruga la superficie de los lagos, &c.

Siendo el objeto principal de las Metáforas y Comparaciones descubrir semejanzas entre objetos de diferente especie, derramar luz en el asunto, engrandecerle y hermosearle, se sigue que deberán tomarse de objetos que no sean baxos, ni desconocidos, ni muy remotos, ni muy vulgares, ni desagradables, á no ser que se trate de envilecer el objeto comparado: ni parte de un período será metafórico, parte literal; ni, sobre un mismo objeto se acumularán las Metáforas, porque resultará desagrado y confusion: ni se llevarán muy adelante recorriendo muchas circunstancias, porque corre riesgo de obscurecerse el discurso, y de hacerse una Alegoría. Se extenderán á lo que precisamente exija el objeto comparado.